Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe

20 de marzo de 2011

EL INTRUSO

Sentado cómodamente en un sofá, Gustavo miraba la tele. Solo la luz del
Televisor iluminaba la habitación. La noche se había hecho larga, Gustavo
Cambiaba continuamente de canal, como un autómata que solo ejecutaba
Esa función. Su mirada estaba como perdida, y aquella sucesión de imágenes
Parecía no tener efecto en el, salvo por la sonrisa estúpida e inmóvil que esbozaba.
Creyó oír un ruido, bajó el volumen de la tele y prestó atención. El ruido venía
Del cuarto mas cercano; caminando sigilosamente llegó hasta la puerta y arrimó
La oreja para escuchar mejor. El sonido parecía una mezcla de respiración ronca
Con gárgaras. Gustavo abrió la puerta y en la penumbra distinguió un cuerpo
Arrastrándose por el suelo, al encender la luz vio que era el hombre el que aún
Estaba vivo, la mujer yacía inmóvil sobre la cama enrojecida. Gustavo sacó una
Navaja de su bolsillo y se agachó para liquidar definitivamente al dueño de la
Casa. Regresó a la habitación en donde estaba y apagó el televisor, después
Salió por la misma puerta que había forzado para entrar a la casa. Se alejó
Caminando, con la sonrisa estúpida fija en el rostro.

He encontrado este texto y creo que es interesante

SILENCIO

Escúchame -dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza-. La región de que hablo es una lúgubre región en Libia, a orillas del río Zaire. Y allá no hay ni calma ni silencio.
Las aguas del río están teñidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por siempre bajo el ojo purpúreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, a ambos lados del legamoso lecho del río, se tiende un pálido desierto de gigantescos nenúfares. Suspiran entre sí en esa soledad y tienden hacia el cielo sus largos y pálidos cuellos, mientras inclinan a un lado y otro sus cabezas sempiternas. Y un rumor indistinto se levanta de ellos, como el correr del agua subterránea. Y suspiran entre sí.
Pero su reino tiene un límite, el límite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.
Era de noche y llovía, y al caer era lluvia, pero después de caída era sangre. Y yo estaba en la marisma entre los altos nenúfares, y la lluvia caía en mi cabeza, y los nenúfares suspiraban entre sí en la solemnidad de su desolación.
Y de improviso levantóse la luna a través de la fina niebla espectral y su color era carmesí. Y mis ojos se posaron en una enorme roca gris que se alzaba a la orilla del río, iluminada por la luz de la luna. Y la roca era gris, y espectral, y alta; y la roca era gris. En su faz había caracteres grabados en la piedra, y yo anduve por la marisma de nenúfares hasta acercarme a la orilla, para leer los caracteres en la piedra. Pero no pude descifrarlos. Y me volvía a la marisma cuando la luna brilló con un rojo más intenso, y al volverme y mirar otra vez hacia la roca y los caracteres vi que los caracteres decían DESOLACIÓN.
Y miré hacia arriba y en lo alto de la roca había un hombre, y me oculté entre los nenúfares para observar lo que hacía aquel hombre. Y el hombre era alto y majestuoso y estaba cubierto desde los hombros a los pies con la toga de la antigua Roma. Y su silueta era indistinta, pero sus facciones eran las facciones de una deidad, porque el palio de la noche, y la luna, y la niebla, y el rocío, habían dejado al descubierto las facciones de su cara. Y su frente era alta y pensativa, y sus ojos brillaban de preocupación; y en las escasas arrugas de sus mejillas leí las fábulas de la tristeza, del cansancio, del disgusto de la humanidad, y el anhelo de estar solo.
Y el hombre se sentó en la roca, apoyó la cabeza en la mano y contempló la desolación. Miró los inquietos matorrales, y los altos árboles primitivos, y más arriba el susurrante cielo, y la luna carmesí. Y yo me mantuve al abrigo de los nenúfares, observando las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad, pero la noche transcurría, y él continuaba sentado en la roca.
Y el hombre distrajo su atención del cielo y miró hacia el melancólico río Zaire y las amarillas, siniestras aguas y las pálidas legiones de nenúfares. Y el hombre escuchó los suspiros de los nenúfares y el murmullo que nacía de ellos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.
Entonces me sumí en las profundidades de la marisma, vadeando a través de la soledad de los nenúfares, y llamé a los hipopótamos que moran entre los pantanos en las profundidades de la marisma. Y los hipopótamos oyeron mi llamada y vinieron con los behemot al pie de la roca y rugieron sonora y terriblemente bajo la luna. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.
Entonces maldije los elementos con la maldición del tumulto, y una espantosa tempestad se congregó en el cielo, donde antes no había viento. Y el cielo se tornó lívido con la violencia de la tempestad, y la lluvia azotó la cabeza del hombre, y las aguas del río se desbordaron, y el río atormentado se cubría de espuma, y los nenúfares alzaban clamores, y la floresta se desmoronaba ante el viento, y rodaba el trueno, y caía el rayo, y la roca vacilaba en sus cimientos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado.
Entonces me encolericé y maldije, con la maldición del silencio, el río y los nenúfares y el viento y la floresta y el cielo y el trueno y los suspiros de los nenúfares. Y quedaron malditos y se callaron. Y la luna cesó de trepar hacia el cielo, y el trueno murió, y el rayo no tuvo ya luz, y las nubes se suspendieron inmóviles, y las aguas bajaron a su nivel y se estacionaron, y los árboles dejaron de balancearse, y los nenúfares ya no suspiraron y no se oyó más el murmullo que nacía de ellos, ni la menor sombra de sonido en todo el vasto desierto ilimitado. Y miré los caracteres de la roca, y habían cambiado; y los caracteres decían: SILENCIO.
Y mis ojos cayeron sobre el rostro de aquel hombre, y su rostro estaba pálido. Y bruscamente alzó la cabeza, que apoyaba en la mano y, poniéndose de pie en la roca, escuchó. Pero no se oía ninguna voz en todo el vasto desierto ilimitado, y los caracteres sobre la roca decían: SILENCIO. Y el hombre se estremeció y, desviando el rostro, huyó a toda carrera, al punto que cesé de verlo.
Pues bien, hay muy hermosos relatos en los libros de los Magos, en los melancólicos libros de los Magos, encuadernados en hierro. Allí, digo, hay admirables historias del cielo y de la tierra, y del potente mar, y de los Genios que gobiernan el mar, y la tierra, y el majestuoso cielo. También había mucho saber en las palabras que pronunciaban las Sibilas, y santas, santas cosas fueron oídas antaño por las sombrías hojas que temblaban en torno a Dodona. Pero, tan cierto como que Alá vive, digo que la fábula que me contó el Demonio, que se sentaba a mi lado a la sombra de la tumba, es la más asombrosa de todas. Y cuando el Demonio concluyó su historia, se dejó caer, en la cavidad de la tumba y rió. Y yo no pude reírme con él, y me maldijo porque no reía. Y el lince que eternamente mora en la tumba salió de ella y se tendió a los pies del Demonio, y lo miró fijamente a la cara.

Ensayos de Edgar Allan Poe

Poe fue escritor de ensayos cultos,extravagantes e ingeniosos, como por ejemplo: Marginalia ,Notas deshilvanadas sobre los gatos, entre otros muchos.
Su ensayo más importante fue Marginalia uno de los fragmentos más importantes son:


Un vigoroso argumento en favor del cristianismo es el siguiente: los pecados contra la Caridad son probablemente los únicos que, en su lecho de muerte, los hombres llegan a sentir —y no meramente a comprender —como crímenes.

Infinidad de errores se abren camino en nuestra filosofía por la costumbre del hombre de considerarse tan sólo ciudadano del mundo —de un planeta individual— en vez de contemplar ocasionalmente su posición como cosmopolita, como habitante del universo. 

¿Qué puede ser más tranquilizador para el orgullo y la conciencia de un hombre, que la convicción de que al vengarse de sus enemigos por la injusticia cometida con él, no tiene más que responder haciéndoles justicia?

En el cuento propiamente dicho —donde no hay espacio para desarrollar caracteres o para una gran profusión y variedad incidental—, la mera construcción se requiere mucho más imperiosamente que en la novela. En esta última, una trama defectuosa puede escapar a la observación, cosa que jamás ocurrirá en un cuento. Empero, la mayoría de nuestros cuentistas desdeñan la distinción. Parecen empezar sus relatos sin saber cómo van a terminar; y, por lo general, sus finales —como otros tantos gobiernos de Trínculo—, parecen haber olvidado sus comienzos. 

Juan  Antonio


Polémicas que tuvieron los cuentos de Edgar Allan Poe

 Allan Poe no sólo recibió alabanzas y aplausos por sus maravillosos cuentos sino que , el poeta William Butler Yeats fue muy crítico con el bostoniano, llamándolo «vulgar».El escritor del transcendentalismo  Ralph Waldo Emerson  reaccionó contra  El cuervo afirmando: «Nada veo en él.» y refiriéndose a su autor como «el hombre campanilla», frase que recuerda Borges en un escrito sobre Poe. Aldous Huxley escribió que la escritura de Poe «incurría en la vulgaridad» al ser «demasiado poética», y veía su equivalente en el hecho de llevar un anillo de diamantes en cada dedo. La polémica suscitada con su figura es muy llamativa, especialmente en lo que respecta a su poesía. El crítico Harold Bloom sitúa a Poe en el duodécimo lugar entre los poetas norteamericanos del siglo XIX y llama la atención sobre la sobrevaloración constante del autor por parte de la crítica francesa.Fue, sin embargo, su dedicación al arte narrativo lo que definitivamente le consagró como genio literario y en donde puede el lector descifrar la riqueza y complejidad de toda su obra.
Poe tuvo enemigos literarios dentro de su propio país como fueron los escritores Rufus Griswold o Thomas English. Estas versiones deformadas y manipuladas perduraron durante muchas décadas, hasta que fueron finalmente descartadas por ser unas obras grotescas y falsas, a través del estudio de grandes especialistas como John Henry  durante el siglo XX.



Ángel

Asesinatos en Rips Park.

Era una tarde normal, como otra cualquiera, estaba sentado en un banco de un verde parque a la luz de la sombra, leyendo el periódico del día, cuando bajé la mirada y vi una noticia de última hora algo escalofriante, en la que decía: 
“ se han hallado varios cuerpos descuartizados bajo el puente del parque Rips, en la ciudad de Luxemburgo”.
Al leer esto sentí un extraño frio en el cuerpo, una mezcla de melancolía y temor, una aglomeración de pensamientos y frustración que hacía que mis ojos se disparasen hacia todos lados, observando cada árbol, ardilla y persona que paseaban nerviosas por la zona.
Desconcertado con tal noticia, me dirigí al lugar donde había sucedido tal gran atrocidad, era un lugar algo frio, húmedo y la verdad, incluso algo temeroso. Cuando conseguí colarme entre tan inmensidad de individuos conseguí ver esa imagen que dejó en mi una gran huella, al ver tal imagen, me centre en observar cada palmo de ese lugar; un pedazo de ese parque, alejado, en el cual había un viejo y sucio puente de madera en el que faltaban alguna que otra banda que impedía el paso, rodeado de viejos árboles, secos y sin hojas, el ambiente era húmedo y entre los árboles y en el suelo había multitud de insectos, y lo más temeroso de todo, es la imagen de cuatro cuerpos humanos descuartizados, acompañados de un gran río de sangre que revolvía el estómago de cualquier curioso que se acercaba.
Al cabo de unos días, cuando por fin se había sosegado tal tremendo escándalo, leyendo de nuevo el periódico, volví a leer una noticia similar a la del otro día; 
“ se han hallado los cuerpos de dos personas, al parecer hombre y mujer, bajo el puente viejo”.
Tras leer este mensaje, me dirigí de nuevo al puente, y tras apartar a toda la muchedumbre observé que esta vez, la situación era distinta, tanto que esta vez la estampa no era tan desagradable como la vez anterior, esta vez al parecer los cuerpos había sido ahogados con una fuerte soga.
Cuando me quité de ese lío de sombreros, pamelas y pañuelos, me dedique a observar todo como la vez pasada y vi algo en común con la situación anterior, era una pequeña flor de lis colocada encima de una de las ramas de un viejo y rugoso alcornoque situado al lado del puente, en el cual las bandas de la policía rodeaban su gran tronco.
Decidí ir esa misma noche a aquel macabro lugar, donde me arriesgaba a ser la próxima víctima de aquel ser perverso que al parecer se divertía de esa terrible manera.
Eran las doce y media de la noche, todo estaba oscuro, no había ni una sola persona en aquel lugar, me acerqué allí y me escondí cerca de aquel viejo alcornoque donde vi situada esa flor. Pasaban las horas y no pasaba nada, el frío se adentraba en mi cuerpo, el hambre abundaba en mi estomago y aquellos árboles tan secos hacían que mi sed se fuera agravando. 
De repente, escuché pasos y me quede inmóvil, para ver quien se aproximaba a esas horas de la mañana a aquel lugar en el que yo sigilosamente me escondía, era un matrimonio y su hijo de unos 5 años de edad, a simple vista familia algo adinerada. El niño, al acercarse a la zona de los anteriores asesinatos, se agarró fuertemente al brazo de su madre y ella se echó a reír al ver a su hijo tan asustado, y le echó los brazos por encima de su hombro. 
Al cabo de un rato, los pasos se acercaban y yo más intrigado e inquieto me sentía. De repente, vi la primera sombra, la del niño, a continuación la de su madre y por último la del caballero, que se agachó para atarse el cordón izquierdo del zapato. De repente, salí de mi escondite y con un pequeño cuchillo maté a aquel señor de talle alto y muy bien vestido, fue tan silencioso que ni su esposa ni su pequeño e inteligente hijo se dieron cuenta de lo que había sucedido y andaban tranquilamente hacia adelante, mientras que el señor quedaba tendido en el suelo derramando sangre y convirtiendo la seca tierra en una especie de barro algo pegajoso y enrojecido.
Volví a esconderme, y al cabo de un rato el niño apareció sin su madre y volvió esa sensación de desesperación, se apoderó de mi cuerpo y especialmente de mi cabeza haciendo que volviera a salir apresuradamente de mi escondite, esta vez con un pañuelo en la mano con el cual tapé la pequeña e sensible boca del niño y a continuación até sus pequeñas manos endebles y sus pies, y lo dejé bajo el puente en su agonizante muerte.
Al cabo de un par de minutos, la madre asustada pero algo risueña llegó, nombrando a su hijo y a su marido, parecía que creía que le estaban tomando el pelo pero, otra vez esa sensación, otra vez salí esta vez con una fuerte soga utilicé para rodear el cuello suave de aquella mujer.
Una vez que los tres cuerpos yacían bajo el puente, coloqué una pequeña e insignificante flor de lis en una vieja rama de aquel viejo alcornoque y me fui corriendo sin ser visto por nadie.
Al día siguiente, cuando me encontraba leyendo de nuevo el periódico, leí otra desagradable noticia;
“ tres cuerpos se han hallado bajo el puente, esta vez cada uno falleció de una muerte distinta a cada cual más agonizante”.
Cuando fui a aquel lugar, me pareció tan desagradable que salí corriendo, apartándome de aquella multitud. Decidí que aquella noche volvería a ir a aquel lugar ya que la noche anterior no había visto nada.
Estando escondido en aquel lugar, una sombra apareció detrás de mí, acompañada de otras tantas más, varias sujetaban una soga, otras llevaban unos pañuelos y la que más me impresionó fue una pequeña sombra que entre sus manos sostenía una bolsa, lo suficientemente grande como para guardar una gran compra.
Me asusté de tal manera, que intenté correr, pero estaba totalmente rodeado de sombras, con lo cual comencé a agobiarme y a desesperarme, intenté salir por todas las salidas posibles, pero me era imposible, al final todas ellas se acercaban a mí, cada una más lenta que la anterior, del mismo miedo quedé rendido en el suelo, cuando desperté, me vi totalmente atado con una gran soga, con la boca tapada con un pañuelo y los pies y las manos fuertemente atadas con más de lo mismo, y finalmente al cabo de unos instantes de haberme despertado aquella sombra pequeña vino y tapó mi cabeza con esa inmensa bolsa que me provocaba angustia e inseguridad y que poco a poco suprimía cualquier esperanza de vida que tenía.
Al día siguiente leían en el periódico ;
“ un cuerpo se ha hallado bajo el puente totalmente atado de cuerpo y extremidades , con la boca tapada y con la cabeza cubierta con una gran 

bolsa”.


Lourdes.

19 de marzo de 2011

Annabel Lee

Último poema completo de Edgar Allan Poe.

Para escucharlo, click aquí. También puedes escucharlo en español cantado por Radio Futura.

It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
By the name of Annabel Lee;
And this maiden she lived with no other thought
Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea;
But we loved with a love that was more than love-
I and my Annabel Lee;
With a love that the winged seraphs of heaven
Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsman came
And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in heaven,
Went envying her and me-
Yes!- that was the reason (as all men know,
In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
Of those who were older than we-
Of many far wiser than we-
And neither the angels in heaven above,
Nor the demons down under the sea,
Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee.

For the moon never beams without bringing me dreams
Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise but I feel the bright eyes
Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
Of my darling- my darling- my life and my bride,
In the sepulchre there by the sea,
In her tomb by the sounding sea.



Español


Hace muchos muchos años,
en un reino junto al mar,
vivía una dama conocida
por el nombre de Annabel Lee;
y esta dama vivía sin otro pensamiento
que amarme y ser amada por mí.


Yo era un niño y ella una niña,
en este reino junto al mar;
pero nos queríamos con un amor que era más que amor-
yo y mi Annabel Lee;
con un amor que los serafines alados del cielo
nos envidiaban a ella y a mí.


Y esta fue la razón por la que, hace mucho tiempo,
en este reino junto al mar,
un viento sopló de una nube, helando
a mi hermosa Annabel Lee;
Así que su pariente de alto linaje vino
y la separó de mí,
para encerrarla en un sepulcro
en este reino junto al mar.


Los ángeles, que no eran tan felices en el cielo,
nos envidiaban a ella y a mí-
¡Sí!- ésa fue la razón (como todos los hombres saben
en este reino junto al mar)
por la que el viento sopló de una nube por la noche,
helando y matando a mi Annabel Lee.


Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
de aquellos mayores que nosotros-
de muchos que eran más sabios que nosotros-
y ni los ángeles arriba en el cielo,
ni los demonios bajo el mar,
podrán jamás separar mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee.


Pues la luna nunca brilla sin traerme sueños
de la hermosa Annabel Lee;
y las estrellas nunca ascienden sin que yo sienta los ojos luminosos
de la hermosa Annabel Lee:
y así, durante toda la marea nocturna, me acuesto al lado
de mi querida -mi querida- mi vida y mi novia,
en el sepulcro junto al mar,
en su tumba junto al sonido del mar.


-Lorena-

Los señores de la noche.

Debía buscar un trabajo. Las cosas no andaban bien en casa y necesitaba dinero. Mis padres no estarían toda la vida prestándome dinero así que decidí buscar un trabajo. 
Comencé a buscar en el periódico y nada. La sección de empleo ya comenzaba a terminarse, tal vez mañana habría alguno. Pero de inmediato, uno llamo mi atención. Estaba entre los últimos anuncios, en letras mayúsculas, como si fuera algo urgente.

“SE NECESITA NIÑERA QUE CUIDE A DOS NIÑOS DE 7 Y 8 AÑOS EN LAS AFUERAS DE LA CIUDAD. SE PAGA MUY BIEN. LA NECESITAMOS PARA EL FIN DE SEÑANA Y PODRA DORMIR EN LA CASA. LLAMAR AL 555-685-443”. 

Decidí llamar, la idea de que me pagaran para cuidar unos niños y dormir era estupendo.

El sábado a la mañana ya me encontraba en la vieja casa. Se encontraba en las afueras de la ciudad y al cruzar el camino había un pequeño bosque. Al costado del camino que entraba al bosque había un cartel donde se podía leer “No entres al hogar del conejo”. Me dio mala vibra, pero no me preocupo, no tendría la necesidad de entrar ahí.

Los niños eran agradables, la casa era toda mía, ellos sabían que hacer, cobraría por hacer nada.

La tarde paso y se convirtió en media noche, estaba despierta viendo un maratón de películas de terror y el clima era excelente. En la mitad de “el juego del miedo IV” se escuchó un ruido horrible. Salte del sillón, estaba asustada y no quería subir, me convencí de que eran los niños. No pasaron ni cinco minutos que otro ruido pudo escucharse. Esta vez no eran los niños, era obvio. Fui a la cocina y tome un cuchillo. Quedarme viendo las películas no me había ayudado mucho. Subí cuidadosamente por las escaleras, tenía miedo, mucho miedo. Cuando estaba en la mitad de las escaleras se pudo escuchar el portazo de la puerta principal. Se me puso la piel de gallina. Pensé que era el padre de los niños así que lo llame, pero nadie contesto, solo empeoro las cosas. Si no era el dueño de casa, ni los niños, entonces ¿Quién era? . Subí hasta el cuarto de los niños, su puerta estaba entreabierta, desde adentro salía un horrible olor.

Abrí la puerta y me di cuenta que la película “juego del miedo” era una película infantil al lado de lo que mis ojos podían ver. Los niños estaban muertos, asesinados brutalmente, como nunca se vio, como ninguna película, ni la más cruel y sanguinaria mostro. Una sensación de repugnancia y terror subió por mi cuerpo. Había estado cerca de la misma muerte o tal vez lo estoy todavía. Mi cuerpo se paralizo por completo, no podía moverme, ni pedir auxilio, solo podía pensar que el asesino podía atacarme en cualquier momento. 

Pude divisar en una de las paredes del cuarto un mensaje escrito en sangre “tienes 20 segundos para correr, o terminaras como ellos, nosotros te observamos. Los señores de la noche”. Eran más de uno.

Bajé las escaleras tan rápido como pude, abrí la puerta y Salí de la casa, debían quedarme solo unos 10 segundos así que corrí hacia el bosque. Mientras cruzaba el camino, pude ver de nuevo el cartel, no le tome importancia, tenía problemas más graves ahora. Corrí por el bosque sin mirar atrás, mi corazón latía tres veces más de lo normal, mis lágrimas caían, pensaba en mis padres, en mi niñez, deseaba estar en casa. Corrí sin detenerme, los ruidos del bosque me ponía nerviosa, podía sentir que alguien me seguía, tenia miedo, quería llorar. Cuando me di cuenta ya estaba en lo profundo del bosque. Me detuve, tome un respiro, cuando levante mi cabeza pude sentir que algo se clavaba en mi columna.

Desperté, toda mi espalda me dolía y no sentía mis piernas. Al ver hacia arriba pude ver cuatro personas que me miraban fijamente. Los cuatros estaban encapuchados y por su altura y físico pude ver que eran hombres. Uno de ellos hablo.

— ¿No leíste el cartel? —

De repente, se quitaron sus capuchas, dejando ver lo que parecían mascaras aterradoras. Un jabalí, un pato, un caballo y un conejo. El conejo, él era su líder, estaba en su bosque, estaba indefensa ante 4 personas con máscaras grotescas, ellos me rodeaban, no había escapatoria. El conejo comenzó a hablar.

— Somos los señores de la noche, los dueños del bosque. Estamos en todas partes, cuando los perros ladran por las noches, cuando tu sientes miedo de la nada, cuando te sientes observado, cuando estas solo e indefenso, cuando estás haciendo del miedo un sentimiento de placer, cuando te vas a dormir y mientras duermes. Todas las noches seleccionamos una víctima para nuestro sacrificio, no hay escapatoria—

Al terminar su discurso, los cuatro animales sacaron de sus capas cuatro grandes cuchillos. Lentamente se acercaron a mi, pude sentir como mi cuerpo era atravesado por sus armas y como la sangre se escapaba de mi cuerpo. Fue el final para mi.

Así que cuídate, porque cuando escuches a los perros ladrar o te sientas observado o simplemente cuando estés solo, pueden ser uno de los cuatro asesinos enmascarados. No debes temer a fantasmas o a espíritus en pena, a lo que debes temer son a las personas de carne y hueso que son las que pueden oirte, verte y seguirte, son las que pueden cometer los mas sanguinarios crímenes, son los que pueden acabar con tu vida en solo un segundo. Recuerda ellos están por todas partes, puede que estén justo detrás de ti. Tu puedes ser su próxima victima. ¿quieres morir como yo? Entonces cuida tus pasos.


Juan Fran

Anécdotas de la vida de Edgar Allan Poe:


-Su primer gran amor lo tuvo con 14 años y fue... la madre de un compañero de clase. Se llamaba Mrs. Stanard, era de una gran belleza y tenía unos 30 años. Para desgracia para Poe, murió al año siguiente. Se dice que a esta mujer le dedicó su poema "To Helen".
- Con 16 años, se matriculó en la Universidad de Virginia, donde empezó a jugar, a apostar y a beber. Sin embargo, a pesar de estas muestras de rebeldía, Poe se ganó la admiración de sus profesores al leer y traducir obras clásicas sin esfuerzo.
- Durante la misma época en la que se alistaba en el ejército publicó su primer libro, Tamerlán y otros poemas. En el prólogo, afirmaba haber escrito todos los poemas antes de los 14 años. Pero eso no es todo: lo firmó de manera incógnita como "un bostoniano". Se cree que esto último lo hizo para despistar a sus padres adoptivos, que no querían que se dedicase a la literatura. Se dice que sólo se imprimieron 50 copias de este libro, ya que todos los gastos corrían por parte de Edgar.
- Se llevaba realmente mal con su padre adoptivo, John Allan. En una ocasión, Edgar le escribió una carta pidiéndole dinero que decía: "En nombre de Dios, ten piedad de mí y sálvame de la destrucción". John Allan no le contestó, no le envió el dinero, y no le dejó nada de herencia cuando murió.
Míriam Rodríguez

18 de marzo de 2011

Cuando las nubes rozan el suelo


¿Nunca habéis atravesado un camino que parecía encontrarse en medio de la nada y estaba sumergido en un banco de densa niebla? Personas con el sentido del miedo siempre alerta sienten que seres sobrenaturales les observan a través de la lejanía esperando el momento oportuno para el ataque. El miedo, la tensión y la propia niebla crean en unión el ambiente perfecto para que la persona se sienta perseguida por espíritus errantes que vagan por las carreteras ya abandonadas.

Una sesión fotográfica ambientada en uno de los escenarios más escalofriantes de las leyendas urbanas. Carreteras abandonadas cubiertas por la densa niebla. “Cuando las nubes rozan el suelo”.


Fotografía y texto: Borja Rodríguez Carreira

(Consejo: Ver la sesión de fotos con la música añadida)


"Cuando las nubes alcanzan el suelo... todo lo inexplicable puede volverse totalmente racional"

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4 de marzo de 2011

La mansión de la tía Marina


23 de Febrero de 1984. Tarde lluviosa. La pequeña Évelyn pasaba las horas frente a la ventana, viendo como las grandes nubes grises descargaban su furia sobre el pequeño pueblo de Serviche.
Évelyn era una niña de 8 años. Tenía el pelo rubio, una cara tan blanca como la nieve y unos enormes ojos azules. Tiempo atrás había sido una niña muy activa, divertida y bondadosa. Siempre estaba ocupada, debido a que asistía a numerosas actividades, pero aún así nunca le negaba la palabra a nadie y siempre estaba dispuesta a ofrecer una porción de su valioso tiempo a todo aquel que lo demandase. Pero hacía ya un año que Évelyn había perdido su vitalidad y su diversión, ya no le apetecía hablar con nadie, y se pasaba los días frente a la ventana de su habitación en aquel pequeño y maloliente orfanato.
Évelyn se encontraba en aquel cutre orfanato debido a que un año atrás le había llegado la mala noticia de que sus padres habían tenido un accidente de tráfico, mientras regresaban del trabajo, en el cual los dos fallecieron. Évelyn se encontraba en su habitación con una foto de sus padres y ella en la nieve, de hacía ya un par de años, cuando la pequeña todavía le llegaba a su padre por la cintura. La niña esperaba con gran impaciencia a sus padres porque deseaba decirles que había sacado un 10 en su primer examen. La niñera de la pequeña, Marta, entró en su habitación llorando para contarle lo ocurrido. Acto seguido de la impactante noticia, la foto que Évelyn sostenía con fuerza, cayó al suelo haciéndose pedazos el bonito marco y el cristal que la adornaban, debido a que las manos de la niña se abrieron inmediatamente para ser conducidas hacia sus brillantes ojos. A partir de ese momento la vida de Évelyn y ella misma cambiaron por completo.
Évelyn era hija única y no tenía ningún familiar cercano, excepto su tía Marina, a la que ni siquiera conocía, por tanto tuvo que ser trasladada al orfanato más próximo. La pequeña se convirtió en una niña triste y sin ganas de vivir, ya no asistía a clases de piano o danza como solía hacer antes, ya ni siquiera sonreía. Se pasaba los días frente a la ventana de su habitación esperando que alguien llegase desde muy lejos para invitarla a vivir con él. Finalmente ese día llegó.
La hermana Arcen entró como cada mañana en la habitación de la pequeña, pero esta vez con un objetivo distinto, comunicar a la niña que habían venido a recogerla. Era su tía Marina, la mujer que vivía a las afueras de la ciudad. La tía Marina era una mujer de unos 60 años, aunque parecía mucho mayor. Tenía el pelo completamente blanco, unas enormes ojeras negras que le llegaban casi a los pómulos y una cara tan pálida que parecía como si le acabasen de dar un gran susto. La tía Marina era muy delgada y bastante alta, tanto que al entrar en el orfanato tuvo que bajar la cabeza para no darse con el marco de la puerta principal.
La hermana Arcen ayudó a la niña a hacer su equipaje y las acompañó a la puerta. Estando ya fuera, Arcen se despidió de la niña dándole un beso en su colorada mejilla, y acto seguido le dijo que por favor tuviese mucho cuidado y que no se dejase llevar por nadie, que ella era una chica fuerte y que aprendería a sobrevivir. Estas palabras se clavaron el la mente de la pequeña y esta agarró con fuerza la mano de la hermana Arcen articulando a la misma vez su primera palabra después de un año, “gracias”. Esta sería la primera y última palabra que la hermana Arcen escucharía de la dulce boquita de Évelyn. La pequeña había esperado ese momento durante todo un año, sin embargo su cara no mostraba felicidad, sino miedo. Había algo extraño en la mirada de la tía Marina que a ella no le gustaba. La niña mostraba su miedo apretando con fuerza la mano de Arcen, la cual parecía que no iba a soltar jamás, pero aquella extraña mujer tiró con fuerza de su otra mano arrastrándola hasta el coche que había aparcado en la acera de enfrente.
Aunque el viaje no duraba más de 30 minutos, a la pequeña Évelyn se le hizo como si llevase metida en aquel coche más de cinco interminables horas. Por fin, la tía Marina paró el coche frente a una gran mansión oscura y con un aspecto bastante envejecido, que encajaba a la perfección con el perfil de su tía. La pintura estaba descorchada como consecuencia de las lluvias y tormentas que a menudo acechaban en aquel pequeño y tenebroso pueblo. A algunas ventanas les faltaban los cristales, y aquella gran puerta de madera gris parecía que tenía más de 200 años. La mansión estaba aislada de todo, no tenía ningún vecino, ninguna tiendecita, ningún lugar por el que pudiese haber el más mínimo tránsito de gente. Évelyn bajó bastante asustada del coche, cogió su maleta y se paró frente a aquella extraña puerta. La pequeña estaba aterrada, y ahora más que nunca pensó en las palabras de la hermana Arcen, abrió los ojos y caminó con valentía hacia dentro sin detenerse un segundo.
Su tía Marina la acompañó a la habitación en la que se alojaría durante bastante tiempo. Subieron unas grandes escaleras de caracol, las cuales dirigían hacia una largo pasillo oscuro. Su tía le mostró su habitación, era la última del pasillo y aquello a Évelyn lo le gustaba nada. Le preguntó a su tía si no podría alojarse en una de las 12 habitaciones restantes. A ella nunca le habían gustado los lugares que caían de esquina, debido a que con solo tres años vio morir a su abuelo en la última habitación de su antigua casa, pero la tía Marina le respondió que no, que las demás habitaciones estaban ocupadas.
Había algo extraño, la pequeña en todo momento había pensado que la tía Marina vivía sola, pero no se atrevió a preguntar nada. Volvió a recoger su maleta del suelo y se dirigió hacia su habitación. Al llegar a la puerta de esta, se fijó en el gran reloj de cuco que adornaba el final del pasillo, era uno de los pocos muebles que había en aquella gran mansión. La niña entró en la habitación, vació la maleta y la colocó debajo de la cama. La habitación era muy oscura. A la pequeña le encantaba mirar por la ventana porque le habían dicho que sus padres siempre estarían mirándola desde el cielo y ella lo creyó, pero aquellas ventanas estaban tapadas con grandes maderas que impedían pasar un rayo de luz. También le encantaba mirar las estrellas y pensar que las dos que más brillaban eran sus padres. Le gustaba quedarse dormida bajo ellas y pensar que todo esto era un mal sueño, que pronto despertaría y se encontraría a sus papás junto a su cama dándole los buenos días y diciéndole que debía levantarse si no quería llegar tarde al colegio. Lo único de todo esto que no le gustaba era que lloviese, porque siempre que llovía la pequeña Évelyn imaginaba que sus padres lloraban porque la echaban de menos y se sentían tristes, esto también provocaba la tristeza de la pequeña. Por desgracia, en aquel pequeño pueblo situado en la nada siempre estaba lloviendo, esto a Évelyn le hacía sentirse más triste de lo que se sentía habitualmente.
Esa misma noche decidió no bajar a cenar con su tía porque estaba demasiado cansada, había sido un día bastante duro para la pequeña. Se tumbó en la cama y antes de que se quisiera dar cuenta se quedó dormida, no tuvo tiempo ni para abrir la cama.
A las doce Évelyn se despertó sobresaltada porque había sonado algo, se levantó de la cama, se calzó sus pequeñas zapatillas y con temor se asomó al pasillo. Suspiró tranquilizándose cuando se dio cuenta de que lo que había sonado era aque gran reloj de cuco. Volvió a la habitación y se tumbó de nuevo en la cama, esta vez si la abrió, pero ya no fue capaz de quedarse dormida con tanta facilidad. Esperó hasta la una a que sonara de nuevo el reloj, pero no sonó. Por lo visto solo sonaba a las doce de la noche y ella no se explicaba el porqué. En el orfanato también había un reloj parecido a aquel, pero este sonaba a cada hora.
Cuando Évelyn abrió los ojos ya era de día, se vistió y bajó al salón. En el salón la esperaba su tía con el desayuno sobre la mesa. La tía Marina nunca se dirigía a Évelyn, excepto para mandarla a la cama, y esto a la pequeña le hacía sentir incómoda. Éveliyn, después de estar pensándolo durante un rato, le preguntó a su tía por qué el reloj de cuco únicamente sonaba a las doce de la noche. La tía Marina pareció como si le costase trabajo contestar la pregunta que le había formulado su sobrina. Finalmente le dijo que no hiciese caso a ese reloj que llevaba años ya estropeado, le contestó sin mirarla a la cara.
Pasaron dos semanas, y la niña siempre escuchaba el reloj a las doce. Ningún día dejó de sonar para avisar la media noche. Esa misma noche la pequeña Évelyn no era capaz de dormir, porque en su cabeza daba vueltas la pregunta de por qué la tía Marina nunca cenaba con ella. Llegaron las doce, y como siempre el reloj del final del pasillo sonó, pero esta vez no fue lo único que sonó. Évelyn escuchó ruidos como si viniesen del salón, abrió los ojos y se quedó callada escuchando durante un rato. Finalmente decidió levantarse de la cama y asomarse al pasillo. Se seguían escuchando ruidos, más que ruidos parecían voces. Évelyn pensó en la televisión, pero entonces cayó en la cuenta de que en la mansión de la tía Marina, durante las dos semanas que ya llevaba allí, no había visto por ninguna parte una televisión. Aunque pareciese extraño, la tía Marina no tenía televisión. Évelyn pensó que la tía Marina debía de aburrirse mucho y por eso se pasaba la mayor parte del día durmiendo. No hablaba con nadie ya que por allí no se había visto ninguna persona, ni siquiera hablaba con la pequeña. Évelyn estaba asustada, pero volvió a recordar las palabras de la hermana Arcen y se armó de valor y decidió salir de la habitación. El pasillo estaba oscuro y Évelyn no sabía donde se encontraban los interruptores. Tampoco había visto ninguno desde que vivía allí, por eso cuando oscurecía la tía Marina mandaba a la pequeña a su habitación. La niña siguió caminando por aquel largo y oscuro pasillo. Cada vez se encontraba más cerca del gran reloj de cuco. Bajó sigilosamente las escaleras de caracol, y a medida que bajaba oía todo con más claridad. Escuchó risas y palabras. Todo aquello a Évelyn le resultaba muy extraño y por eso siguió caminando dispuesta a averiguar qué es lo que estaba pasando.
La pequeña se encontraba ya al lado de la puerta del salón, pero no se atrevía a entrar, sin embargo ahora estaba segura de todo lo que escuchaba, eran conversaciones entre bastante gente y abundantes risas. Finalmente Évelyn se llenó de valentía y decidió dar aquel paso que le impedía ver todo lo que estaba sucediendo.
Cuando Évelyn dio aquel paso y se situó ante la puerta del salón, la pequeña abrió los ojos como platos, y todas las risas que antes se escuchaban se convirtieron de repente en incómodos silencios.
Évelyn no podía creerlo, a lo largo de aquella gran mesa se encontraban todos sus familiares, incluido sus padres, pero aquellas conversaciones antes escuchadas no procedían de personas, sino de espíritus. Ahora pudo entenderlo todo.
Todos sus familiares no estaban lejos de la cuidad como le hicieron creer siempre sus padres, sino que estaban todos muertos, y además en extrañas circunstancias. Sus padres tampoco habían muerto en un accidente de tráfico. También se enteró por qué la tía Marina se pasaba el día durmiendo, y de porqué el reloj solo sonaba a las doce. El reloj era el encargado de convocar a toda la familia a la mesa. Entonces también entendió por qué la tía Marina le dijo que no podía instalarse en ninguna otra habitación porque estaban ya todas ocupadas, y era cierto, allí había más de 12 personas, las cuales se alojaban en aquellas extrañas habitaciones siempre cerradas. Ahora comprendía por qué estaba todo tan oscuro. Y finalmente entendió también por qué la tía Marina se pasaba el día durmiendo, por la mañana estaba muy cansada, debido a que se pasaba toda la noche despierta riendo y charlando con toda sus familia.
En aquella casa se vivía de noche, pero solo podían hacerlo los espíritus. Los espíritus y la tía Marina, aunque la pequeña, nunca pudo averiguar por qué esta también podía hacerlo.
Hace ya mucho tiempo, cuando todos los familiares de la tía Marina vivían, les anunciaron que solo podía quedar un miembro de aquella familia. A partir de este momento fueron muriendo uno a uno hasta quedar solo la tía Marina y la pequeña Évelyn , cuya existencia era desconocida por su tía.
La tía Marina nunca había querido a Évelyn, sin embargo, apreciaba mucho a sus padres, por eso había ido a recogerla al orfanato, porque estos se lo pidieron y porque veía su destino cercano y pensaba que no serviría de nada retardarlo. Nunca le gustó la pequeña y ni mucho menos quería llevársela a su propia casa. La llegada de la niña a la gran mansión anunciaba la muerte de alguna de las dos, y la tía Marina tenía el presentimiento de que la pequeña no iba a morir esa noche.
El sueño de Évelyn se había hecho realidad. Estaba con sus padres pero, de una manera muy diferente a como ella esperaba.






Inma Camacho Delgado

3 de marzo de 2011

Callejón maldito

  Mi mejor amiga y yo fuimos a pasar la noche antes de un examen a repasar a casa de unas amigas, pero por el camino un número desconocido nos manda un mensaje al móvil  para darnos otra dirección y como nos quedaba cerca esa dirección fuimos. Al llegar, vimos a un chico alto, con pelo oscuro y cubierto con una misteriosa gabardina negra. Nos hizo una señal para que le siguiéramos e, intrigadas, le hicimos caso.

  Así nos condujo hacia un oscuro callejón en el que nos invadió un extraño frió  ya que esa noche no hacia ningún frió. Además se escuchaban gritos ahogados.¡Aunque allí solo estábamos nosotras y el extraño hombre!. De pronto, la cara del chico se transformó por completo. En posos segundos había pasado de ser una persona normal a un horripilante monstruo con enormes colmillos. Aunque queríamos movernos, nuestros cuerpos no nos obedecían, y vimos como iba acercándose a nosotras, lentamente.
Cuando faltaba un paso para poder tocarnos, nos dijo con una voz llegada del más allá y muy baja y pronuncio estas palabras:

   “Debéis sufrir, morir y vigilar este callejón maldito durante roda vuestra vida. A menos que, como yo, encontréis a otro mortal a quien pasarle el testigo” Nosotras intentamos salir pero no podíamos porque estábamos en el callejón atrapadas. Mi amiga lo despista y  logro escapar pero a mí me toco peor suerte ya que saco un hacha y me cortó la cabeza. Ahora soy yo  el monstruo que vigila el callejón y la cobarde de mi amiga no ha vuelto a pasar nunca más ¡cobarde! Queréis vosotros venir a visitarme.