Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe

29 de noviembre de 2012

Dante


Dante Aligieri en la moneda italiana de 2 €
                   COMEDIA
INFIERNO, CANTO III
(VESTÍBULO: INDIFERENTES)

                        TRADUCCIÓN DE ÁNGEL CRESPO



por mí se va a la ciudad doliente,
POR mí se va al eternal dolor,
por mí se va con la perdida gente.              3
fue la justicia quien movió a mi autor.
el divino poder se unió al crearme
con el sumo saber y el primo amor.             6
en edad sólo puede aventajarme
lo eterno, mas eternamente duro.
perded toda esperanza al Traspasarme.      9
Estas palabras de color oscuro  
vi escritas en lo alto de una puerta.
Dije:  «Maestro, su sentido es duro».                        12
Y él respondió como persona alerta:       
«Es bueno que el temor sea aquí dejado
y aquí la cobardía quede muerta.                           15
Al lugar que te dije hemos llegado     
donde verás las gentes dolorosas
que sin el bien del alma se han quedado».          18
Tomó mi mano, y con sus animosas                     
miradas y su voz me conforté
y él me introdujo en las secretas cosas.            21
Llantos, suspiros y ayes escuché                     
resonando en el aire sin estrellas
y por eso a llorar allí empecé.                          24     
Distintas lenguas, hórridas querellas,                   
palabras de dolor, de airado acento,
voces altas y roncas y, con ellas,                    27
un manotear, formaban un violento     
tumulto, en aquel céfiro manchado
como de arena que levanta el viento.                  30
Yo, que de horror sentíame embargado,        
dije: «Maestro, ¿cuál es este ruido?
¿Qué gente, qué dolor la ha golpeado?»              33
Y él a mí: «De las almas que han vivido
de modo que ni el bien ni el mal hicieron
brota este triste y mísero alarido.                             36
Con la compaña, aquí, se confundieron
de ángeles ni rebeldes ni leales
a Dios: que de sí mismos sólo fueron.           39
Ciérranseles las puertas celestiales
y el infierno, pues gloria habrían dado,
aunque poca, a las almas criminales».                 42

Y yo:   «Maestro, ¿qué les ha causado
tan gran dolor y llanto así de fuerte?»
Respondió:   «Lo diré en breve dictado:              45
no tienen la esperanza de su muerte
y esa vida tan ciega y tan rastrera
envidiosos los torna de otra suerte.                   48
Su fama el mundo ya no considera;
la piedad, la justicia, los desdeña;
no hablemos, mira y sigue tu carrera».              51
Y yo, al mirar de nuevo, vi una enseña
que daba raudas vueltas; yo diría
que, indigna de reposo, así se empeña.            54
Tan enorme pandilla la seguía
que yo jamás hubiese presumido
que jamás tanta gente muerto había.           57
Después que algunos hube conocido,
reconocí a su sombra y paré mientes
en quien la gran renuncia ha cometido.      60
Al punto comprendí que aquellas gentes
componían la secta de malvados
a Dios y a sus contrarios repelentes.                63
Estos nunca vivientes desgraciados
iban desnudos, y los azuzaban
avispas y moscones obstinados.                     66
El rostro con su sangre les surcaban
y caía a sus pies, mezclada al llanto,
do molestos gusanos la chupaban.                 69
Yo más allá miraba mientras tanto
y vi gente a la orilla de un gran río;
dije entonces:   «¿Por qué se obstina tanto,    72
y en virtud de qué ley, ese gentío
en ir al otro lado, cual se advierte
entre la escasa luz, maestro mío?»              75
Y él a mí:  «Contestado habrás de verte
cuando del Aqueronte en la ribera      
hayas, al par que yo, de detenerte».        78
Temiendo que mi voz molesta fuera,
abatí avergonzado la mirada              
y, hasta llegar al río, mudo era.                 81
Contemplamos de un bote la arribada,      
con un viejo de antiguo y blanco pelo,
vociferando: «Ay, gente depravada,          84
no esperéis nunca más mirar al cielo;
vengo para pasaros diligente                
a las tinieblas del calor y el hielo.                 87
Y tú que estás aquí, alma viviente,          
aléjate de entre estos que están muertos».
Mas yo no me moví, y él, impaciente:           90
«Por distinto camino y otros puertos
debes ir; por aquí no pasarás:      
barcos más leves te serán abiertos».         93
Y mi guía: «Carón, no grites más;         
así se quiere allí donde es posible            
lo que se quiere; y no preguntarás».   96
Se serenó la faz del irascible
piloto de aquel lívido paular
cuyos ojos circunda un fuego horrible.        99
Mas las almas desnudas, a temblar
y a perder los colores empezaron,
aquel duro discurso al escuchar.                     102
Contra Dios y sus padres blasfemaron,
contra su especie y tiempo y la simiente
que los sembró, y el sitio en que alentaron.   105
Después, con grandes llantos, esa gente     
se reunió en la orilla por do pasa        
todo aquel que temor de Dios no siente.        108
Carón, demonio que al mirar abrasa,
llamándolos, a todos recogía;
da con el remo a aquel que se retrasa.        111
Como las hojas, cuando ya la fría
estación se aproxima, van cayendo    
y la rama su fronda al suelo fía,                    114
de Adán las malas siembras van subiendo
desde aquellas arenas, una a una,      
cual aves que al reclamo van cediendo.    117
Así se alejan sobre la onda bruna               
y en el lado de allá no se han bajado    
sin que acá nuevo grupo se reúna.               120
Dijo el maestro afable:  «¡Oh hijo amado,
de todas las naciones llegan gentes          
que murieron teniendo a Dios airado;             123
todos pasan el río diligentes,                      
pues los empuja la eternal justicia           
que en ardor cambia el miedo de sus mentes  126
Jamás llega aquí un alma sin malicia;          
y si Caronte contra ti se ensaña,            
con sus palabras tu saber inicia».                           129
Esto dijo, y la lóbrega campaña
tembló con tan atroz sacudimiento
que aún, de espanto, el sudor mi mente baña.      132
De la tierra llorosa sopló un viento              
que produjo un relámpago granate             
que me privó de todo sentimiento;                       135
y caí como aquel que el sueño abate.

NOTAS CANTO III, VERSOS Nº
6] El «divino poder» es el Padre; el «sumo saber», el Hijo; el «primo amor», el Espíritu Santo.
10 ] «Oscuro» no debe interpretarse aquí en sentido recto, sino como «amenazador», «terrible».
42] Si estas almas viviesen entre los condenados, les darían gloria porque no son tan malas como las suyas. Dante consi­dera como absolutamente despreciables a quienes en vida no tomaron partido, fuese justo o injusto.
60] Hay quien supone que el que «la gran renuncia ha cometido» es Esaú, que vendió su primogenitura, pero parece más acertado pensar con los comentaristas más antiguos que Dante alude al papa Celestino V, que renunció al papado en 1294, dando así paso al pontificado de Bonifacio VIII, gran enemigo del poeta.
94] Carón o Caronte, el barquero infernal de los paganos, aparece aquí como un demonio, abriendo así la serie de figu­ras mitológicas que, en semejante papel, aparecen en el poema. Caronte es citado en Eneida, vi. 299 y 326 (v. i. 79 n).

Dante se encontrará con Beatriz, su "donna angelicata", en el Paraíso.

27 de noviembre de 2012

Figuras literarias

Un enlace interesante para repasar las figuras literarias. Puede servir de ayuda en el comentario de texto.
Se quedará a la derecha de modo permanente con la intención de que lo visitéis periódicamente.

 Figuras literarias

Petrarca


Francesco Petrarca, Cancionero, tres sonetos
Traducciones en verso castellano de Ángel Crespo

                     Soneto LXI
Benditos sean el año, el mes, el día,
la estación, la hora, el tiempo y el instante,
y el país y el lugar en que delante
de los ojos que me atan me veía;

y el dulce afán primero que sentía
cuando me ataba Amor, y aquel tirante
arco, y sus flechas, y, en mi pecho amante,
 las profundas heridas que me abría.

Bendito sea el incesante acento
que llamando a mi dama he difundido,
y el llanto y el deseo y el lamento,

y bendito el papel con que he solido
ganarle fama y, ay, mi pensamiento,    
que parte en él tan sólo ella ha tenido.


                      Soneto CCXX

¿Dónde halló Amor el oro, y en qué vena,
de esas dos trenzas rubias? ¿y en qué espinas
cogió las rosas, y esas matutinas 
escarchas, que de sangre y vida llena1?

¿dónde las perlas en que forma y frena
las honestas palabras peregrinas? 
¿en dónde esas bellezas tan divinas
de su frente que el cielo más serena?

¿De qué ángeles procede, de qué esfera
el celestial cantar que me está hundiendo
tanto que a poco más seré deshecho?

¿De qué cielo esa luz tan altanera
de los ojos que, paz y guerra siendo,
con hielo y fuego afligen a mi pecho?


1 Los tintes blancos de la piel de Laura.


                        Soneto CCCLXIII

Muerte ha extinguido al sol que me ofuscaba
y en tinieblas sus ojos ha dejado1; 
olmo es, y roble, el lauro marchitado2, 
tierra quien me ardía y me enfriaba:

que es bueno sé, mas mi dolor no acaba.
Falta quien haga tímido y osado   
mi pensamiento, y frío y caldeado:
quien de esperanza y duelo me colmaba.

Lejos de aquel que igual hiere que cura 3,
y que en mi pecho abrió tan honda herida,
mi libertad es gozo y amargura,

y vuelvo con el alma agradecida
al que gobierna la celeste altura,
ya muy cansado, y harto de la vida.

1 Los ojos de Laura.
2 Frente al lauro-Laura, que es la gloria poética, el olmo y el roble representan el cambio de propósitos y pensamientos de Petrarca.
3  Amor.