1. El Avaro, de Moliére.
· 2. MolièreJean-Baptiste Poquelin, llamado Molière (París, 15 de enero de 1622 – Ibídem, 17 de febrero de 1673), fue un dramaturgo y actor francés y uno de los más grandes comediógrafos de la literatura occidental.Considerado el padre de la Comedir Française, sigue siendo el autor más interpretado. Despiadado con la pedantería de los falsos sabios, la mentira de los médicos ignorantes, la pretenciosidad de los burgueses enriquecidos, Molière exalta la juventud, a la que quiere liberar de restricciones absurdas. Muy alejado de la devoción o del ascetismo, su papel de moralista termina en el mismo lugar en el que él lo definió: «No sé si no es mejor trabajar en rectificar y suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por completo», y su principal objetivo fue el de «hacer reír a la gente honrada». Puede decirse, por tanto, que hizo suya la divisa que aparecía sobre los teatritos ambulantes italianos a partir de los años 1620 en Francia, con respecto a la comedia:«Corrige las costumbres riendo».
· 3. Obras de Moliére: El médico volador (1645). El atolondrado o los contratiempos (1655). El doctor enamorado (1658) — farsa perdida que se representó ante Luis XIV. Las preciosas ridículas (1659). Sganarelle 1660. Don García de Navarra. La escuela de los maridos (1661). La escuela de las mujeres (1662). La crítica de la escuela de las mujeres. El casamiento forzado (1662). La princesa de Élide (1664). Tartufo (1664). Don Juan (1665). El misántropo o El atrabiliario enamorado (1666). El médico a palos (1666). Georges Dandin (1668). El avaro (1668). Anfitrión (1668). El señor de Pourceaugnac (1669). El burgués gentilhombre (1670). Los enredos de Scapin (1671). La condesa de Escarbañás (1671). Las mujeres sabias (1672). El enfermo imaginario (1673)
· 4. ¿Qué es el término “avaro”?Un avaro es una persona poco dispuesta a gastar dinero, e incluso renuncia a tener comodidades básicas. En la ficción, la avaricia se suele exagerar hasta el punto de que el avaro es un personaje tipo adinerado y codicioso que vive en la miseria con el fin de ahorrar y tener más dinero.
· 5. Temas principales: La avaricia. La tiranía domestica. El egoísmo. El acopio de riquezas sin tener en cuenta la realidad social y la felicidad de los hijos. La indefensión del género femenino. Los matrimonios arreglados.
· 6. El Avaro, o La escuela de la mentira es una comedia en prosa de Molière en 5 actos. Se estrenó en el teatro del Palais-Royal de París, el 9 de septiembre de 1668. El tema está claramente inspirado en La olla (Aulularia) de Plauto.
La historia se sitúa en París en el siglo XVII, en el hogar de una familia acomodada, donde, sin embargo, los hijos sufren privaciones económicas y afectivas, a causa de la mezquindad de su padre.
Harpagón está enamorado de Mariana y pretende casarse con ella a pesar de que su propio hijo se constituye en su rival, ya que también está enamorado de la joven.
El poder del protagonista radica en su dinero, con el que pretende comprar los sentimientos más puros, pero que se convertirá en su opresión y su ruina moral, ya que renunciará a todo por no perder lo material.
· 7. Personajes.
Personajes principales y sus relaciones
-Harpagón
Padre de
Padre de
-Elisa
-Cleanto
Quiere casarse con
Su padre quiere que se case con
Se casará con
Se casará con
-Valerio
-Mariana
Padre de
-Anselmo
Padre de
-Harpagón
Padre de
Padre de
-Elisa
-Cleanto
Quiere casarse con
Su padre quiere que se case con
Se casará con
Se casará con
-Valerio
-Mariana
Padre de
-Anselmo
Padre de
· Personajes Secundarios
-Frosina: habilidosa para conseguir dinero.
-Maese Santiago: cocinero y cochero de Harpagón. Cansado de su avaricia y malos tratos.
-Maese Simón: ciudadano que aparentemente prestará dinero a Cleanto.
-Flecha: paje de Harpagón. Lo detesta. Supuesto amigo de Frosina.
-Sra Claudia: criada de Harpagón, obediente a él.
-Brizna: sirviente de Harpagón. De ropas pobres.
-Merlusa: sirviente de Harpagón.
-Comisario: toma nota del robo del dinero.
-Aguacil: acompañante del comisario.
-Frosina: habilidosa para conseguir dinero.
-Maese Santiago: cocinero y cochero de Harpagón. Cansado de su avaricia y malos tratos.
-Maese Simón: ciudadano que aparentemente prestará dinero a Cleanto.
-Flecha: paje de Harpagón. Lo detesta. Supuesto amigo de Frosina.
-Sra Claudia: criada de Harpagón, obediente a él.
-Brizna: sirviente de Harpagón. De ropas pobres.
-Merlusa: sirviente de Harpagón.
-Comisario: toma nota del robo del dinero.
-Aguacil: acompañante del comisario.
ACTO QUINTO
ESCENA III
HARPAGÓN, el COMISARIO, su ESCRIBIENTE, VALERIO y MAESE SANTIAGO
HARPAGÓN. Acércate; ven a confesar la más negra acción, el atentado más horrible que se haya cometido nunca. VALERIO. ¿Qué queréis, señor?
HARPAGÓN. ¡Cómo, traidor! ¿No te avergüenzas de tu crimen?
VALERIO. ¿De qué crimen queréis hablar?
HARPAGÓN. ¿De qué crimen quiero hablar, infame? ¡Como si no supieras lo que quiero decir! Es inútil que pretendas encubrirlo; está descubierto el asunto y acaban de contármelo todo. ¡Cómo! ¡Abusar así de mi bondad, introducirte deliberadamente en mi casa para traicionarme y hacerme una jugarreta de esta naturaleza!
VALERIO. Señor, puesto que os han descubierto todo, no quiero emplear rodeos ni negaros la acción.
MAESE SANTIAGO. (Aparte.) ¡Oh, oh! ¿Habré yo adivinado sin saberlo?
VALERIO. Era propósito mío hablaros de ello, y quería esperar para hacerlo a unas circunstancias favorables; mas puesto que es así, os ruego que no os enojéis y que accedáis a escuchar mis razones.
HARPAGÓN. ¿Y qué lindas razones puedes darme, infame ladrón?
VALERIO. ¡Ah, señor! No merezco esos nombres. Cierto es que he cometido una ofensa contra vos; mas, después de todo, mi culpa es perdonable.
HARPAGÓN. ¡Cómo...! ¿Perdonable! ¿Una traición, un asesinato de este género...?
VALERIO. Por favor, no os encolericéis. Cuando me hayáis oído, veréis que el daño no es tan grande como creéis.
HARPAGÓN. ¡Que no es tan grande el daño como creo! ¡Cómo! ¡Mi sangre, mis entrañas, bergante!
VALERIO. Vuestra sangre, señor, no ha caído en malas manos. Soy de una clase que no la perjudicará, y no hay nada, en todo esto, que no pueda yo reparar.
HARPAGÓN. Esa es mi intención, y que me restituyas lo que me has quitado.
VALERIO. Vuestra honra, señor, quedará plenamente satisfecha.
HARPAGÓN. No se trata aquí de la honra. Mas dime: ¿quién te ha impulsado a esa acción?
VALERIO. ¡Ay! ¿Me lo preguntáis?
HARPAGÓN. Sí; te lo pregunto, en efecto.
VALERIO. Un dios que lleva en sí la disculpa de todo cuanto obliga a hacer: el Amor.
HARPAGÓN. ¿El amor?
VALERIO. Sí.
HARPAGÓN. ¡Bonito amor, bonito amor, a fe mía! ¡El amor a mis luises de oro!
VALERIO. No, señor; no son vuestras riquezas las que me han tentado; no es eso lo que me ha deslumbrado, y os aseguro que no aspiro, en modo alguno, a vuestros bienes, con tal que me dejéis el que poseo.
HARPAGÓN. ¡No lo haré, por todos los diablos! No te lo dejaré. ¡Mas ved su insolencia queriendo quedarse con lo que me ha robado!
VALERIO. ¿Y llamáis a eso robo?
HARPAGÓN. ¿Que si lo llamo robo? ¡Un tesoro como éste!
VALERIO. Es un tesoro, verdaderamente, y el más preciado que poseéis, sin duda; mas no lo perderéis dejándomelo. Os pido de rodillas ese tesoro lleno de encantos, y si queréis obrar bien, habréis de concedérmelo.
HARPAGÓN. No haré tal. ¿Qué quiere esto decir?
VALERIO. Nos hemos prometido fidelidad mutua y hemos jurado no separarnos.
HARPAGÓN. ¡Admirable juramento y divertida promesa!
VALERIO. Sí; nos hemos comprometido a ser el uno del otro para siempre.
HARPAGÓN. Os lo impediré; estad seguro.
VALERIO. Solamente la muerte puede separarnos.
HARPAGÓN. ¡Eso es estar maniático por mi dinero!
VALERIO. Ya os he dicho, señor, que no era el interés lo que me había empujado a hacer lo que he hecho. Mi corazón no ha obrado por los móviles que imagináis, y un motivo más noble me ha inspirado esta resolución.
HARPAGÓN. ¡Ya veréis cómo resulta que quiere quedarse con mi caudal por caridad cristiana! Mas yo tomare mis medidas, y la Justicia, descarado bergante, va a ampararme en todo.
VALERIO. Empleadla como queráis; estoy dispuesto a sufrir cuantas violencias os plazcan; mas os ruego que creáis, al menos, que si existe perjuicio, sólo debe acusárseme a mí, y que vuestra hija no tiene culpa en todo ello.
HARPAGÓN. Así lo creo, realmente; sería muy extraño que mi hija hubiera estado complicada en este crimen. Mas quiero recuperar mi fortuna y que me confieses adónde la has llevado.
VALERIO. ¿Yo? No la he llevado a ningún sitio; sigue en vuestra casa.
HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Oh, mi querida arquilla! (Alto.) ¿No ha salido de mi casa?
VALERIO. No, señor.
HARPAGÓN. ¡Eh! Dime entonces: ¿no la has tocado?
VALERIO. ¡Tocarla yo! ¡Ah!, la ofendéis, e igualmente a mí. Y la pasión que por ella siento es muy pura y muy respetuosa.
HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Que siente pasión por mi arquilla!
VALERIO. Preferiría morir antes que dedicarle un pensamiento ofensivo: es ella demasiado digna y no menos honesta para eso.
HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Que mi arquilla es demasiado honesta!
VALERIO. Todos mis deseos se han reducido a gozar de su contemplación, y nada que sea criminal ha profanado la pasión que sus bellos ojos me han inspirado.
HARPAGÓN. ¡Los bellos ojos de mi arquilla! Habla de ella como un enamorado de su amada.
VALERIO. Doña Claudia, señor, sabe la verdad de esta aventura, y ella puede atestiguar...
HARPAGÓN. ¡Cómo! ¿Mi sirvienta es cómplice del negocio?
VALERIO. Sí, señor; ha sido testigo de nuestro compromiso, y sólo después de conocer la honestidad de mi pasión me ha ayudado a convencer a vuestra hija de que me entregase su palabra y de que aceptara la mía.
HARPAGÓN. (Aparte.) ¡Eh! ¿Es que el miedo a la Justicia le hace desvariar? (A Valerio.) ¿Por qué mezclar a mi hija en esto?
VALERIO. Digo, señor, que me ha costado grandísimo trabajo hacer que consintiera su pudor en lo que mi amor deseaba.
HARPAGÓN. El pudor, ¿de quién?
VALERIO. De vuestra hija, y tan sólo desde ayer ha querido dedicarse a que firmásemos una promesa de casamiento.
HARPAGÓN. ¿Mi hija te ha firmado una promesa de casamiento?
VALERIO. Sí, señor, y yo, por mi parte, le he firmado otra.
HARPAGÓN. ¡Oh, cielos, otra gran desdicha!
MAESE SANTIAGO. (Al Comisario.) Escribid, señor, escribid.
HARPAGÓN. ¡Agravación del mal! ¡Acrecimiento de la desesperación! (Al Comisario.) Vamos, señor; desempeñad el deber de vuestro cargo e instruidle una querella por ladrón y por seductor.
MAESE SANTIAGO. Por ladrón y por seductor...
VALERIO. Esos son nombres que no me corresponden, y cuando sepan quién soy...
ESCENA IV
HARPAGÓN, ELISA, MARIANA, VALERIO, FROSINA, MAESE SANTIAGO, el COMISARIO y su ESCRIBIENTE
HARPAGÓN. ¡Ah, hija malvada! ¡Hija indigna de un padre como yo! ¿Así es como pones en práctica las lecciones que te he dado? ¿Te enamoras de un infame ladrón y te comprometes con él sin mi consentimiento? Mas vais a quedar chasqueados el uno y el otro. (A Elisa.) Cuatro buenos muros me responderán de tu conducta. (A Valerio.) Y una buena horca domeñará tu osadía. VALERIO. No será vuestra pasión la que juzgue el asunto, y, cuando menos, me escucharán antes de condenarme.
HARPAGÓN. Me he engañado al decir una horca: te descuartizarán vivo.
ELISA. (De rodillas ante Harpagón.) ¡Ah, padre mío! Mostrad unos sentimientos más humanos, os lo ruego, y no llevéis las cosas a las últimos extremos de la potestad paterna. No os dejéis arrastrar por los primeros arrebatos de vuestra pasión y emplead algún tiempo en reflexionar sobre lo que queréis hacer. Tomaos el trabajo de ver mejor al que consideráis ofensor vuestro. Es totalmente distinto de lo que se figuran vuestros ojos, y os parecerá menos extraño que me haya prometido a él cuando sepáis que sin él no me tendríais ya hace mucho tiempo. Sí, padre mío; él es quien me salvó de aquel gran peligro que, como sabéis, corrí en el agua, y a quien debéis la vida de esta hija, cuyo...
HARPAGÓN. Todo eso no es nada, y valía más para mí que te hubiera dejado ahogar que hacer lo que ha hecho.
ELISA. Padre mío, os suplico, por el amor paterno, que me...
HARPAGÓN. No, no; no quiero oír nada, y es preciso que la Justicia cumpla su deber.
MAESE SANTIAGO. (Aparte.) ¡Me pagarás mis palos!
FROSINA. (Aparte.) ¡Vaya un extraño enredo!
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