Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe

20 de marzo de 2011

Asesinatos en Rips Park.

Era una tarde normal, como otra cualquiera, estaba sentado en un banco de un verde parque a la luz de la sombra, leyendo el periódico del día, cuando bajé la mirada y vi una noticia de última hora algo escalofriante, en la que decía: 
“ se han hallado varios cuerpos descuartizados bajo el puente del parque Rips, en la ciudad de Luxemburgo”.
Al leer esto sentí un extraño frio en el cuerpo, una mezcla de melancolía y temor, una aglomeración de pensamientos y frustración que hacía que mis ojos se disparasen hacia todos lados, observando cada árbol, ardilla y persona que paseaban nerviosas por la zona.
Desconcertado con tal noticia, me dirigí al lugar donde había sucedido tal gran atrocidad, era un lugar algo frio, húmedo y la verdad, incluso algo temeroso. Cuando conseguí colarme entre tan inmensidad de individuos conseguí ver esa imagen que dejó en mi una gran huella, al ver tal imagen, me centre en observar cada palmo de ese lugar; un pedazo de ese parque, alejado, en el cual había un viejo y sucio puente de madera en el que faltaban alguna que otra banda que impedía el paso, rodeado de viejos árboles, secos y sin hojas, el ambiente era húmedo y entre los árboles y en el suelo había multitud de insectos, y lo más temeroso de todo, es la imagen de cuatro cuerpos humanos descuartizados, acompañados de un gran río de sangre que revolvía el estómago de cualquier curioso que se acercaba.
Al cabo de unos días, cuando por fin se había sosegado tal tremendo escándalo, leyendo de nuevo el periódico, volví a leer una noticia similar a la del otro día; 
“ se han hallado los cuerpos de dos personas, al parecer hombre y mujer, bajo el puente viejo”.
Tras leer este mensaje, me dirigí de nuevo al puente, y tras apartar a toda la muchedumbre observé que esta vez, la situación era distinta, tanto que esta vez la estampa no era tan desagradable como la vez anterior, esta vez al parecer los cuerpos había sido ahogados con una fuerte soga.
Cuando me quité de ese lío de sombreros, pamelas y pañuelos, me dedique a observar todo como la vez pasada y vi algo en común con la situación anterior, era una pequeña flor de lis colocada encima de una de las ramas de un viejo y rugoso alcornoque situado al lado del puente, en el cual las bandas de la policía rodeaban su gran tronco.
Decidí ir esa misma noche a aquel macabro lugar, donde me arriesgaba a ser la próxima víctima de aquel ser perverso que al parecer se divertía de esa terrible manera.
Eran las doce y media de la noche, todo estaba oscuro, no había ni una sola persona en aquel lugar, me acerqué allí y me escondí cerca de aquel viejo alcornoque donde vi situada esa flor. Pasaban las horas y no pasaba nada, el frío se adentraba en mi cuerpo, el hambre abundaba en mi estomago y aquellos árboles tan secos hacían que mi sed se fuera agravando. 
De repente, escuché pasos y me quede inmóvil, para ver quien se aproximaba a esas horas de la mañana a aquel lugar en el que yo sigilosamente me escondía, era un matrimonio y su hijo de unos 5 años de edad, a simple vista familia algo adinerada. El niño, al acercarse a la zona de los anteriores asesinatos, se agarró fuertemente al brazo de su madre y ella se echó a reír al ver a su hijo tan asustado, y le echó los brazos por encima de su hombro. 
Al cabo de un rato, los pasos se acercaban y yo más intrigado e inquieto me sentía. De repente, vi la primera sombra, la del niño, a continuación la de su madre y por último la del caballero, que se agachó para atarse el cordón izquierdo del zapato. De repente, salí de mi escondite y con un pequeño cuchillo maté a aquel señor de talle alto y muy bien vestido, fue tan silencioso que ni su esposa ni su pequeño e inteligente hijo se dieron cuenta de lo que había sucedido y andaban tranquilamente hacia adelante, mientras que el señor quedaba tendido en el suelo derramando sangre y convirtiendo la seca tierra en una especie de barro algo pegajoso y enrojecido.
Volví a esconderme, y al cabo de un rato el niño apareció sin su madre y volvió esa sensación de desesperación, se apoderó de mi cuerpo y especialmente de mi cabeza haciendo que volviera a salir apresuradamente de mi escondite, esta vez con un pañuelo en la mano con el cual tapé la pequeña e sensible boca del niño y a continuación até sus pequeñas manos endebles y sus pies, y lo dejé bajo el puente en su agonizante muerte.
Al cabo de un par de minutos, la madre asustada pero algo risueña llegó, nombrando a su hijo y a su marido, parecía que creía que le estaban tomando el pelo pero, otra vez esa sensación, otra vez salí esta vez con una fuerte soga utilicé para rodear el cuello suave de aquella mujer.
Una vez que los tres cuerpos yacían bajo el puente, coloqué una pequeña e insignificante flor de lis en una vieja rama de aquel viejo alcornoque y me fui corriendo sin ser visto por nadie.
Al día siguiente, cuando me encontraba leyendo de nuevo el periódico, leí otra desagradable noticia;
“ tres cuerpos se han hallado bajo el puente, esta vez cada uno falleció de una muerte distinta a cada cual más agonizante”.
Cuando fui a aquel lugar, me pareció tan desagradable que salí corriendo, apartándome de aquella multitud. Decidí que aquella noche volvería a ir a aquel lugar ya que la noche anterior no había visto nada.
Estando escondido en aquel lugar, una sombra apareció detrás de mí, acompañada de otras tantas más, varias sujetaban una soga, otras llevaban unos pañuelos y la que más me impresionó fue una pequeña sombra que entre sus manos sostenía una bolsa, lo suficientemente grande como para guardar una gran compra.
Me asusté de tal manera, que intenté correr, pero estaba totalmente rodeado de sombras, con lo cual comencé a agobiarme y a desesperarme, intenté salir por todas las salidas posibles, pero me era imposible, al final todas ellas se acercaban a mí, cada una más lenta que la anterior, del mismo miedo quedé rendido en el suelo, cuando desperté, me vi totalmente atado con una gran soga, con la boca tapada con un pañuelo y los pies y las manos fuertemente atadas con más de lo mismo, y finalmente al cabo de unos instantes de haberme despertado aquella sombra pequeña vino y tapó mi cabeza con esa inmensa bolsa que me provocaba angustia e inseguridad y que poco a poco suprimía cualquier esperanza de vida que tenía.
Al día siguiente leían en el periódico ;
“ un cuerpo se ha hallado bajo el puente totalmente atado de cuerpo y extremidades , con la boca tapada y con la cabeza cubierta con una gran 

bolsa”.


Lourdes.

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